Marcel Breuer en La Haya.

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  • La antigua embajada de EEUU en los Países Bajos

  • El edificio de Breuer en Lange Voorhout / Korte Vorrhout

  • Escalera interior

  • La salida al balcón del embajador

  • La secuencia interior de los huecos

 

 

[i] 14th International Conference Adaptive Reuse. The Modern Movement Towards the FuturE,  Calouste Gulbenkian Foundation,  Lisboa,  Portugal. 6-9 Sep (2016)

[ii] González-Díaz, M.J. Sustainability and Spanish Cathedrals: a controversial update. 1st International LDE-Heritage Conference on Heritage and the Sustainable Development Goals Centre for Global Heritage and Sustainable Development, The Netherlands Delft University of Technology, 26 – 28 November (2019)

¿Qué hacer con los edificios patrimoniales vacíos del siglo XX? ¿Cómo mantenerlos? ¿Cómo debe ser revitalización, reutilización, adaptación o como se lo quiera denominar?¿Acaso un edificio es solamente una cáscara que puede ser rellenada de cualquier cosa? Estas preguntas surgen, sin una respuesta muy clara, tras escuchar debates y foros sobre los edificios DoCo_MoMo[1] en particular, y sobre Patrimonio en general[2].

Como ejemplo ilustrador de la situación,  merece la pena comentar el caso de la antigua embajada de Estados Unidos en La Haya, del arquitecto  Marcel Breuer, que aglutina con gran intensidad elementos muy representativos del caso: un emplazamiento contestado, un significado especial, calidad arquitectónica reconocida, y un uso obsoleto.

 

1-¿Contexto o contextos?

La embajada fue inaugurada en 1959 sobre el solar del hotel Paulez, demolido por las bombas en la II Guerra Mundial, en un entorno clasicista, muy homogéneo y muy bello, lleno de historia, contenedor  de los momentos más ricos y prestigiosos del país. Se trata de la esquina entre la arbolada avenida de Lange Voorhout y Korte Voorhout, un lugar cuyos nobles palacios, casi todos ellos catalogados como  monumentos nacionales, vinieron reemplazando en los siglos XVII y  XVIII (o en su estilo) a otros edificios desde el siglo XIV.

En 1959 cada uno de estos edificios ya tenía una larga historia. Con el tiempo, el palacio de un consejero real pasó a ser el lujoso Hotel des Indes ya en el siglo XIX; el de un riquísimo banquero del siglo XVIII devino residencia de la reina Emma, y ya en el siglo XXI el  museo de Escher;  otra lujosa residencia se convirtió en la sede de la Corte Suprema.  Se mantenían una elegante galería de arte, un teatro… Otros muchos edificios pasaron a pertenecer al mundo diplomático, como la embajada de España. Pero en 1959 esta avenida poseía aún representatividad para la ciudad y para el país, que aún hoy mantiene: todos los años pasan ceremonialmente por este lugar los Reyes, en su carroza real de cuento de hadas, para abrir el curso legislativo en el Parlamento, muy cercano.

Este era un lugar adecuado para alojar la embajada americana, el primer edificio específicamente dedicado a ello. Los cronistas señalan como acto especialmente importante que fue  la delegación americana de John Adams, el segundo presidente americano, en 1782, quien abrió la primera delegación autorizada en La Haya, reconociéndose ambos países su estatus.  Desde entonces las embajadas habían alquilado dependencias en la ciudad, pero en el momento de plena Guerra Fría, tras la II Guerra Mundial, las embajadas en países extranjeros eran una oportunidad estratégica para mostrar al mundo la democracia americana. Sus edificios debían aportar una fuerte carga simbólica que fuera imagen de la diplomacia americana, abierta y moderna, en contraste con la soviética. Las embajadas americanas debían mostrar la liberalidad de ideas en la política,  en el humanismo y en el arte,  y la innovación en la tecnología y la investigación. La peculiar narrativa de su arquitectura debía mostrar la libertad y la individualidad del espíritu americano frente a la rigidez y colectivismo del bloque soviético, materializado en los edificios de la arquitectura estalinista. La retórica arquitectónica de las embajadas no es inocua[3].

 

De esta forma, la diplomacia estadounidense encargó, entre finales de los años 50 y 60,  las nuevas embajadas a los arquitectos más prestigiosos del momento. El catálogo resultante es extraordinario, con un repertorio de edificios que muestran creatividad personal de cada uno de estos arquitectos,  formados o deudores de la filosofía Bauhaus pero con creatividad e interpretaciones muy personales, siempre  en el entorno del estilo internacional, y con resultados más o menos afortunados[4]. Richard Neutra diseñó la embajada (después consulado) de  Karachi[5];  Walter Gropius la de Atenas; Edward Durrel Stone la de Nueva Delhi; Eero Saarinen en Londres; Haary Weese en Accra y Jose Luis Sert en Bagdag. El encargo de la embajada en La Haya llegó a Marcel Breuer en 1956. Previamente hubo otros proyectos, como el de los arquitectos  Rapson y Van der Meulen, que habían realizado la embajada en Copenhague, y cuyo proyecto fue rechazado quizá por considerar de difícil mantenimiento el acero y cristal de sus fachadas en el húmedo clima de La Haya.[6] 

 

2. Una trayectoria profesional coherente.

Breuer actuó con total libertad y creatividad de ideas, y no hizo en semejante lugar un edificio mimético. La revista española Informes de la Construcción dedicó en 1961 un elogioso artículo al edificio [7]. En él se describe  la inserción en el entorno (sin aportar fotografías) como una acción de contención de los habituales principios arquitectónicos del Movimiento Moderno. La adaptación al  locus se realiza con una cierta constricción y se hacen concesiones: se renuncia  a una fachada de acero y cristal, optando por muros de piedra,  y se limita y se  fragmentan sus volúmenes, que podrían haber sido mayores, adoptando unas proporciones y escala específicas: 

“armonizando por afinidad,  pero con fidelidad simultánea a sus propios principio y normas estéticas, cual corresponde a un fino arquitecto del siglo XX”.

El edificio es constreñido si se considera la libertad de formas y las geometrías espaciales que tanto utilizó Breuer en sus edificios en Estados Unidos. Hay contrastes con la trama urbana preexistente: no hay fachadismo, sino volumen; hay liberalidad en la disposición  del espacio de la parcela, en la que se abren brechas que permiten vislumbrar el interior, rompiendo la rigidez de las cerradas manzanas medievales existentes. No hay fachadas delanteras o traseras, no hay patios, sino que se dispone libremente de la parcela en sus tres dimensiones. ¿Era ésta realmente una posición consciente  y  de respeto a una zona cargada de historia?, ¿o era esta interpretación una actitud condescendiente y amable por parte de una revista como Informes de la Construcción, que abanderaba una posición de modernidad y tecnología?

En esa misma década Breuer había realizado su edificio para la UNESCO en París,  el edificio de oficinas de la casa  Van Leer en Amstelveen (Países Bajos), y  en 1953 con Abraham Elzas los almacenes Bijenkorf en Róterdam. Estos últimos almacenes sustituyeron a un  edificio previo de Dudok, bombardeado en 1940. (Un día habrá que analizar cómo esta compañía, los almacenes Bijenkorf,  tuvo la fina y selecta intuición de encargar sus edificios a  los arquitectos Straten, Kramer, Dudok, Breuer y Gio Ponti). Volviendo a Breuer,  proyecta en 1950 la Abadía de Saint John en Minnesota.  Hay un libro muy revelador e interesante  que describe cómo y porqué los monjes benedictinos  seleccionaron  a Breuer para hacer el proyecto. En este texto  se cita su frase:

We cannot separate the two: responsibility based on experience and the adventure of progress. [8]

Efectivamente, Breuer iba adquiriendo a través de estos edificios una peculiar experiencia en las estructuras geométricas y casi cristalográficas, que fue bastante comedida en Europa, pero que en la Abadía americana, con sus grandes dimensiones y su casi ilimitado entorno, se explayó a su gusto. Utiliza elementos masivos, piedra u hormigón,  en contraste con la ligereza de los cubos de cristal y acero de la época. Tampoco niega la ligereza y trasparencia de estos nuevos muros acristalado, pero considera que deberían utilizarse en contraste o en equilibrio con la opacidad, pues había que considerar 

“la preservación del ámbito privado, los reflejos de luz,  el paso del desorden al orden,  el interior[9].

En los almacenes Bijenkorf Breuer organizó la fachada con un tema geométrico como leitmotiv: el hexágono, probablemente como referencia obvia a la propia marca  (bijenkorf significa colmena en neerlandés), aunque este motivo es utilizado también profusamente en el Saint John de Minnesota.  En la embajada utilizó el trapecio: combina y juega con él, utilizando multitud de efectos y nuevas figuras como el hexágono o el rombo. Se sirve de esta figura en dos dimensiones y también  interpretándolo en tres,  como un prisma irregular cuyos lados son trapecios.  La emplea en los huecos, ya sean ventanas o puertas y en la modulación de piedra alemana de las fachadas, con grandes piezas alternando en colores, unas de granito pulimentado gris y otras en piedra caliza más clara, con estriado en diferentes direcciones. En la  estructura del techo del salón de actos, una pieza muy delicada felizmente recuperada tras años de ocultación, lo combina en rombos.  Volumétricamente lo  emplea en el cuerpo exento del salón de actos; en los pilares centrales de la biblioteca;  en los soportes de la caja de escaleras…Incluso el efecto del agua que arrastra la suciedad acumulada de las piedras,  por mor de los diferentes estriados de la textura de las placas de piedra, produce  en el edificio una imagen cambiante y de caprichosas formas geométricas, adelantando los efectos del envejecimiento, similar a la del edificio Bijenkorf de Róterdam.

El motivo del trapecio se resuelve funcionalmente  con mucha habilidad, pues las soluciones constructivas y espaciales,  que combina con la ortogonalidad cuando le parece oportuno, no resultan forzadas. El interior es organizado y racional, con un planteamiento bastante limpio y fácil de comprender. Tiene dos entradas, correspondiente a sus volúmenes principales: una para empleados y otra para centro de información, biblioteca y auditorio. En algunos puntos hay transparencia entre exterior e interior  y se percibe el jardín, diseñado limpia y cuidadosamente por Breuer.

 Los interiores se trataron con cuidado. La elección de los muebles y la tapicería fue proporcionada por la división de muebles de FBO (Foreign Buildings Office) de los Estados Unidos, entonces  dirigida por la arquitecta de interiores Anita Möller Laird, que fue Jefa de esta oficina de diseño y amueblamiento interior desde 1949 hasta 1972. Del mobiliario, las lámparas adecuadas a cada lugar, así como  los recubrimientos de panelados de madera y estanterías de cerezo de la biblioteca, tapicerías, etc., dan fe las fotografías de la época,  y aún queda algunas piezas, a pesar de los años, el uso y las preferencias de los diferentes diplomáticos, y han sido  cuidosamente descritos  por Gamena y Hooimeijer, [10]  fuertes defensores del edificio. Estos mismos autores señalan que el uso de  la teca de Birmania  o la piedra de Christallino de Suiza partían de la decisión del FBO de utilizar materiales de construcción de países extranjeros  como apoyo al pago de deudas de guerra de determinado países.  La dimensión del significado político del edificio  alcanza a todos los aspectos.[11]

El citado artículo de la revista Informes de la Construcción se detuvo en la descripción de la estructura de fachada, de muros de carga,   resaltando en un esquema cómo los esfuerzos en el despiece de la fachada van dirigidos hacia los machos entre huecos,

apartándose de la trillada retícula de fachada en la que claramente se acusan los “nervios” resistentes con independencia de las partes”[12],

manteniendo con ello una auténtica unidad, conjugando el aspecto externo y estético y la integridad estructural. En la relación entre naturaleza y arquitectura, tema muy comentado hoy bajo las nuevas miradas de la ecología[13],  Breuer se posiciona claramente y en coherencia con su trabajo: no ve razón por la cual los edificios hayan de imitar  la naturaleza o formas orgánicas:

“A building is a man-made work, a crystallic, constructed thing. It slhould not imitative nature – it should be in constrast to nature. A building has straight, geometrics lines. Even where it follows free lines, it should be always clear that they are built, that they did not just grow. I can see no reason at all why buildings should imitate nature, organic or grown forms.“[14]

Será de los pocos arquitectos que se expresan tan claramente al respecto. Sin embargo, esto puede ser discutible y depende de los términos en los que circunscriba el debate: ¿acaso la cristalografía no es naturaleza?

 

3. Una aceptación controvertida

El edificio  siempre ha sido discutido en La Haya[15], una ciudad que mantuvo bastante bien una imagen homogénea a lo largo de siglos.  La embajada se  consideró fuera de escala por gran parte del público, de formas ásperas e inadecuadas para el lugar. En el mejor de los casos, era objeto de un condescendiente  “me gusta el edificio, pero no en este sitio”, como si un edificio tuviera una esencia propia, ajena a su lugar de su ubicación.

Pero, aparte de la propia imagen del edificio, hay que atender a su presencia en la vida urbana. La imagen de apertura buscada en los años 50 por la diplomacia americana no iba a ser tan fácil de conseguir. En el período 1968-1983 las manifestaciones, sentadas, pintadas, toda clase de protestas o incluso actos violentos  fueron muy numerosos en todos los países y también en este, ante el consulado de  Amsterdam (ciudad más poblada de estudiantes, los más activos al respecto) y ante la embajada de La Haya. El edificio en sí también fue dañado, con bombas (de pintura), bombas de humo, pintura y piedras.[16].  Las protestas contra la guerra de Vietnam fueron las primeras, hasta 1973; luego referidas  a diversos problemas sociales, culturales y políticos, y ya a finales de los setenta y principios de los ochenta contra la colocación de  misiles de crucero con carga nuclear y la ubicación de bases americanas. Hay generaciones  enteras de ciudadanos neerlandeses que han crecido con esta asociación de temas vitales y el edificio contra el que se escenificaron.  Al mismo tiempo diversos actos  como una falsa amenaza de bomba  en 1974, el ataque de la Embajada de los Estados Unidos en Teherán en 1979, en  Kuwait en 1983,  y sobre todo los atentados de las Torres Gemelas del 2001 pusieron en situación muy delicada la seguridad de cualquier embajada estadounidense y la neerlandesa en particular,  y no sin  algunas fricciones  diplomacias al  respecto por la actuación de las policías locales.

El edificio hubo de protegerse.  Se crearon espacios circundantes de seguridad, elementos de control electrónicos de entrada, se enrejaron vanos, se encapsularon espacios interiores. La imagen del edificio cambió la percepción de esta esquina de Lange Voorhout. Lo que resultaba realmente dispar y chirriante en semejante entorno era su radical e inevitable puesta en escena: rodeado de pilones de seguridad contra coches bomba, con vallas para alejar  y disuadir el acercamiento a los peatones y con provisionales (pero a la postre permanentes)  garitas de policías. Este aparato de seguridad, defensivo,  producía una imagen agresiva  y  efecto disuasorio muy disimilar a la habitual familiaridad con la que los neerlandeses tienen abiertos sus espacios institucionales, en los que apenas hay lugares impenetrables a cualquier peatón (o ciclista). Resultaba incómoda su presencia. Se realizaron numerosos debates públicos al respecto,  en conferencias, prensa y medios,  e incluso se solicitó su derribo en los años 2008 y 2009 por grupos políticos de diferente signo [17][18]. Finalmente, tras ser declarado monumento nacional en 2017[19]  por sus propios valores arquitectónicos, se zanjó el tema.  La posibilidad  del derribo ya no era contemplada. 

 

4. El contexto actual

Desde la inauguración del edificio hasta su catalogación han pasado casi 60 años. También el paseo de Lange Voorhout ha sufrido modificaciones. El museo Escher por ahora se mantiene, como el Hotel y el Teatro,  pero muchos edificios se han convertido en oficinas o notarías de diversa factura,  más o menos acomodadas. En este tiempo la sociedad ha cambiado sus pautas,  y  la representatividad y  la posición del paseo como foco de atención como centro de gravedad de los poderes fácticos se han ido… no se sabe dónde. Las manzanas adyacentes ya han visto demoler edificios que fueron construidos después de la embajada de Breuer, como la embajada de Francia, de 1972 o  las oficinas de Equity & Law de 1973, en la esquina de Korte Voorhout y Koninginnegracht, sustituidos por la nueva Corte Suprema. 

Sin embargo,  el espacio urbano de Lange Voorhout, así transformado, sigue enmarcado por las fachadas de los edificios como cascarones que dan forma al paseo, que ya tiene otro significado más popular. Allí se colocan los mercadillos de los domingos en primavera, el de navidad,  se exhiben de esculturas de arena para los turistas en verano, se presenta en otoño la oferta cultural de la ciudad, las ferias el día del cumpleaños del Rey, el paseo popular en carroza de los Reyes… Y las embajadas se sienten constreñidas y limitadas,  necesitan otro entorno y, quizá, un significado distinto.

La guerra fría terminó, ante la embajada cada vez hay menos manifestaciones políticas como hubo en años anteriores,  pero los problemas de seguridad no han cesado.  Era necesario hacer una nueva embajada en las afueras, a 2 km, por seguridad,  la necesidad luz,  y por falta de espacio, insuficiente  en el edificio de Breuer. El embajador de los Estados Unidos en marzo de 2018,  entregó a La Haya el edificio.  No fue muy benigno con él: “La primera vez que entré en este edificio lo encontré desordenado y pequeño”[20].  La nueva embajada ya no está en el centro de la ciudad, sino bien custodiada en las afueras, en un edificio que no tiene la fuerza ni el significado de la de Breuer. Su presencia en la ciudad es inexistente, pues el edificio está casi oculto en una zona alejada y arbolada. Ahora en Estados Unidos  preside  Donald Trump. Hoy día, ¿hasta qué punto la arquitectura de una embajada  representa simbólicamente  su país? Si es así, ¿cuál sería la lectura de este cambio? 

El edificio de Breuer, una vez trasladada la embajada, ha quedado abierto a los ciudadanos, que han podido entrar libremente a visitar el edificio que durante tantos años aparecía riguroso, cerrado y solemne. Finalmente abandonó su incómoda e intimidante actitud de alejamiento,  y el público pudo conocer y adentrarse en esa fortaleza de de ventanas trapezoidales.  Es una pequeña porción de territorio que cambia de país, pues políticamente volvió a manos neerlandesas tras ser suelo estadounidense desde 1959.  Ha sufrido modificaciones con el tiempo,  en su interior y en el ya no tan limpio patio,  pero en general puede apreciarse bastante bien.  Se abrió al público temporalmente en 2019 como lugar de exhibiciones y exposiciones artísticas,  con una exposición temporal de contenido social y político que no se puede obviar:  entre otros, la presentación de Tehching Hsieh, un artista  taiwanés que reflexiona sobre el tiempo y la invisibilidad, y que residió ilegalmente catorce años en Nueva York[21].

Pocos dudan ya del valor arquitectónico del edificio. Ha pasado, sin duda alguna, al catálogo de edificios singulares y dignos de exhibición en la puesta de gala arquitectónica que son el “Día de la arquitectura” y el “Día del monumento”. Para los hayenses ha cambiado de estatus: de ser un  edificio antipático a ser orgullo de arquitectura moderna y polo provisional de atracción cultural.  Ahora se plantea otro problema: ¿qué hacer con este edificio? Su actual propietario, el Ayuntamiento de La Haya, tiene serios problemas para encontrarle una salida económica que le permita mantenerse[22]. Se han barajado ideas y propuestas, pero hasta la fecha ninguna ha prosperado: el emplazamiento del nuevo museo Escher, un hotel de cinco estrellas como el que hubo en el pasado, o un  museo de los Orange, para reafirmar la identidad de La Haya.  Incluso venderlo en una operación comercial inmobiliaria pero, en palabras municipales, se ha convertido en un “activo tóxico”[23]

 

5. Nuevo uso

Justamente ahora, cuando el edificio ha perdido su función y se ha desvitalizado es cuando ha ganado cierto prestigio popular y reconocimiento.  ¿Puede todavía la embajada de Marcel Breuer tener su lugar en la sociedad?[24] se preguntan algunos.  Liberado de la piqueta, su mantenimiento “físico”, su restauración, aunque bastante asegurada, plantea  cuestiones delicadas. Su mantenimiento es complicado, en lo económico y en lo no económico.  Se enfrenta ahora a un nuevo uso o un “reciclaje”, en términos de la era de la ecología y sostenibilidad [25]. Pero, ¿hasta dónde llega el equilibrio entre dar un nuevo uso económicamente viable y mantener los valores propios del edificio? Su uso original, para el que fue concebido, y sus valores simbólicos,  la carga significativa que acumula, la rotundidad de sus planteamientos ante una determinada situación, la relación entre forma y función,  obviamente, no volverán.  No es una cuestión de nostalgia, es una cuestión básica de Arquitectura con mayúsculas por tratarse de un ejemplar especial.

Y en cuanto a una adaptación meramente constructiva,  ¿Es lo mismo un uso público  que uno privado? ¿Uno colectivo que uno individualizado? ¿Convertir el propio edificio en un museo sería algo aceptable? Las exigencias actuales para cualquier destino (en tecnología, seguridad, confort, accesibilidad…) son difíciles de adoptar en un edificio como este sin alterarlo. Los conceptos de “dirección “y “movimiento” que citó Breuer[26], el sentido del ritmo de las modulaciones, la secuencia de los huecos, etc., requieren una labor de adaptación muy creativa. Cualquier uso de nueva factura exigirá unas condiciones termoacústicas difíciles de combinar con las finas carpinterías trapezoidales (uno de los mayores problemas en el mantenimiento de la imagen de los edificios del siglo XX es precisamente este punto[27]),  una adecuación técnica y tecnológica discreta (que sustituya los inadecuados sistemas que ahora presenta), respeto por los materiales interiores, por las circulaciones fluidas, la transparencia de la escalera, la continuidad espacial…  Es una tarea que implica delicadeza y al mismo tiempo  es una oportunidad para innovación tecnológica.  Encontrar el punto justo entre encajar una utilidad y no convertirlo en una cáscara insípida es difícil.  Hay muchas posibilidades de que el edificio se convierta en una deslavazada sombra de sí mismo.

El planteamiento de creación arquitectónica se ha invertido: ahora es un edificio (una cáscara) en busca de un uso. El edificio de Breuer está en una fase  de transición que comparten muchos edificios patrimoniales: ya convertidos en monumentos, pero peligrosamente desanimados, sin “ánima”, como los conventos abandonados, las iglesias desacralizadas, las oficinas obsoletas y vacías, o las residencias exquisitas imposibles de mantener…  Este momento requiere tomar una reflexión tranquila y reposada. Hay que  asumir finalmente que el tiempo hace imposible mantener lo sustancial del edificio, que es su significado y las adecuaciones entre forma y función, adheridas a un contexto, a un tiempo y objetivos concretos.  Un mero contenedor vacío, ¿existe como tal arquitectura, una vez que no posee su carga simbólica,  la idea para la que se creó, sus  complejas características, sus flujos de movimiento, la actividad de sus ocupantes?  ¿Existe una arquitectura sin uso, como mera tekné, si se ha alterado su significado?

 

 

 

Referencias.

 

[1] 14th International Conference Adaptive Reuse. The Modern Movement Towards the FuturE,  Calouste Gulbenkian Foundation,  Lisboa,  Portugal. 6-9 Sep (2016)

[2] González-Díaz, M.J. Sustainability and Spanish Cathedrals: a controversial update. 1st International LDE-Heritage Conference on Heritage and the Sustainable Development Goals Centre for Global Heritage and Sustainable Development, The Netherlands Delft University of Technology, 26 – 28 November (2019)

[3] Loeffler.  Jane C.  The Architecture of Diplomacy. Building America's Embassies New York: Princeton Architectural Press, (1998)

[4] Latimer Hadsel,  Fred.  Review to The Architecture of Diplomacy. Building America's Embassies United States. JSAH / 59:2,. pp 265-266.  June (2000)

[5] Embajada de USA- Karachi (Pakistán)  Informes de la Construcción, Vol 13, No 130 . (1961)

https://doi.org/10.3989/ic.1961.v13.i130.5056

[6]  Wijnand Galema & Fransje Hooimeijer, Bouwen aan diplomatie: De Amerikaanse ambassade in Den Haag; Marcel Breuer, 1956-1959, Dienst Stedelijke Ontwikkeling Gemeente Den Haag, Den Haag (2008)

[7] Embajada de U.S.A, La Haya. M. Breuer, Informes de la Construcción. Vol 13, No 130 (1961)

[8] Stoddard, Whitney S. Adventure in Architecture. Building the New St. John. New York. Longmans Green. (1958)

[9] Hyman, Isabelle.  Marcel Breuer, representante del Movimiento Moderno. Marcel Breuer diseño y arquitectura. Vitra Design Museum.  pp. 390. (2003)

[10] Bouwen… pp 57

[11] Bouwen… pp 48.

12[] Embajada de U.S.A, La Haya. M. Breuer, op. cit.

[13] González Díaz, M.J. Naturaleza, Ética y Arquitectura. Tesis doctoral. (2014)

http://oa.upm.es/33662/

[14] Breuer, Marcel, Sun and Shadow. The philosophy of an Architect. Dodd, Mead & Company (1956)

[15] Geer Schakel. Voormalige ambassade VS in Den Haag, maatschappelijk-culturele functie noodzaak voor ontwikkeling Museumkwartier. LAgROUP. Magazine on line. NL. 5 jun (2019)

[16] Holtrop,  Fréderique Isabelle. Protesten op het Lange Voorhout. Master thesis MA Internationale Betrekkingen in historisch perspectief Universiteit van Utrecht. (2013)

[17] Van der Bol, Brian. Denk de hekken even weg. Nrc.nl. 12 September (2008) 

[18] VVD: Sloop Amerkaanse ambassade.  Radio  DHFM Den Haag 8 dic (2009) http://denhaagfm.nl/2009/12/08/vvd-sloop-amerikaanse-ambassade/

[20]  Benieuwd hoe de voormalige Amerikaanse ambassade er un uitziet? Dit is je kans! omroepwest.nl vrijdag 15 februari (2019)

[21] Van militair fort tot vrijplaats voor de kunsten. Nrc.nl 26/July (2019)

 https://www.nrc.nl/nieuws/2019/07/26/van-militair-fort-tot-vrijplaats-voor-de-kunsten-a3968294

[22] De Breuer: Nieuwe bestemming voor de Amerikaanse Ambassade. Platform STAD –Den Haag.  16 mei 2018 (2018)

  1. [23] Dirks, Bart.   Toch plan voor Eschermuseum in Amerikaanse ambassade. De Volkskrant.  19 juni (2019) 17:00

[24] De Ambassade van Marcel Breuer. Een monument voor veranderende tijden.  / Nele Brökelmann. Exhibition Catalogue.  WEST. Lange Voorhout 102. (2019).

[25] Martínez Monedero, M. Reciclaje de arquitectura vs restauración arquitectónica, ¿herramientas contrapuestas? Habitat y sociedad. Nª5. Pp 23-33-. Noviembre (2012)

[26] Palabras de Breuer Embajada de U.S.A, La Haya. M. Breuer, Informes de la Construcción, op. cit.

[27] González Díaz, M. J    Sustainable rehabilitation of 20th century heritage: experiences to identify barriers. Rehabilitación sostenible  del patrimonio del siglo XX: experiencias para la identificación de barreras. 7º Congreso Europeo  sobre Eficiencia Energética y Sostenibilidad  en Arquitectura y Urbanismo. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea-  Donostia-San Sebastián, Spain 4-6 julio 2016.

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6. Conclusión

El edificio de la embajada de Estados Unidos en La Haya  de Breuer en La Haya, puede ser ejemplo de la situación de muchos otros edificios patrimoniales del siglo XX. Catalogados y protegidos en mayor o menor medida,   serán salvados del derribo,  pero han de enfrentarse, en el mejor de los casos, a un reciclaje o a un cambio de uso.

El edificio de Breuer tiene un elevado valor arquitectónico por sí mismo como tectónica, como construcción y como adecuación entre estructura y forma, entre apariencia y función. Añade a estos valores el  simbólico y representativo de un determinado momento de la situación política.  Su actitud ante el entorno que lo acoge es también una declaración de posicionamiento arquitectónico y de visión de modernidad. La amalgama de conocimiento y la carga histórica, cultural y artística que representaba era de gran calado,  de gran intensidad y de gran calidad. Esto hacía de él un edificio único y valioso.

Una vez despojada su carga simbólica, y modificada la representatividad del entorno, el edificio se encuentra varado en un uso incierto y en un contexto que también ha sufrido cambios. Ahora es un cascarón en busca de uso. Y, en una vuelta de tuerca, se enfrenta  a un período de vida donde juega un nuevo papel: el de algunos “monumentos” que estuvieron vivos pero ahora, como fósiles, no tienen vida propia, han perdido su espíritu. Habrán de modificarse radicalmente para seguir existiendo, y en esa transformación será muy difícil que no pierdan gran parte de esos valores que les hicieron alcanzar esa calidad que mereció su reconocimiento.

Los años pasan, los edificios quedan, pero sujetos a la volatilidad del espíritu del tiempo, el zeigheist, y su  significado adquiere  tonalidades diferentes. El edificio tiene varias vidas,  cambia su apreciación por el  público y los profesionales, y se altera su relación con un entorno también cambiante en lo social y en lo económico. ¿Hasta dónde sus contextos, el original y el actual,  dan un significado diferente al edificio? ¿Hasta dónde su valor representativo, y el valor de la propia arquitectura quedan alterados cuando cambian el propósito y el contexto?

El edificio de la embajada de Estados Unidos construido por Breuer, por adecuado que sea el uso que lo reemplace, no es recuperable en su complejidad  pues el tiempo ha borrado o modificado radicalmente muchos de sus valores; queda sólo el envoltorio. Frente al paso del tiempo  hay que asumir que toda situación es fugaz y no hay solución posible, o quizá sólo hay una: que el edificio que aproveche este cascarón sea capaz, sobre los valores que aún quedan,  de  mantener el elevado nivel creativo, valiente y significativo que tuvo Breuer cuando realizó la embajada. Aún en ese caso, el edifico será otro, pues el original ya ha desaparecido para siempre, pero igualmente el que en él se levante puede ser un valioso ejemplo de arquitectura  que manifieste  la sociedad de su tiempo.